El campamento de jóvenes tuvo lugar entre los días 3 y 14 de agosto. Asistieron un total de 52 personas entre acampados y profesores. Como cada año, el campamento tenía un lema (“Perdona, restaura, camina”), que se decidió estuviera en relación con la temática que viene desarrollando el Parlamento Universal de la Juventud: “Relaciones interpersonales: claves para una nueva civilización. Un viaje llamado perdón”.
Los campamentos, por el entorno natural, la diversidad de los participantes, la convivencia durante prácticamente las veinticuatro horas del día, son una inigualable experiencia de crecimiento personal para todos. Por ello, se pone en el centro de todas las actividades la formación, especialmente a través de los seminarios, el capítulo y el peripatetismo. Se busca que las demás actividades, especialmente las artísticas, sean el resultado de este proceso formativo.
Desarrollar durante todo el campamento el lema, ha sido un verdadero reto, porque hemos aprendido que el perdón, la restauración, el seguir adelante supone también mantenerse firmes, sobre todo para crear un ambiente de paz entre los acampados y profesores. Hemos podido ver que perdonar no significa “dejar pasar” o “permitir todo”, sino reconocer que algunas veces las personas necesitamos meditar sobre nuestras actitudes, valorar las consecuencias de nuestros hechos; por tanto, que el perdón está en función del bien de la persona, en función de su restauración, y que “dejar pasar” es renunciar a que la otra persona reciba el mayor el bien que necesita, y es dejarse llevar por la comodidad de “no complicarse la vida”.
Nos ha servido además como laboratorio viviente para contrastar nuestra comprensión de estos valores (perdón, restauración, crecimiento personal) a la luz de nuestro modelo que es Cristo y de las realidades cotidianas que se nos han presentado en el campamento.
Al final hemos podido observar esos pequeños frutos a modo de brotes, pequeños porque en tan pocos días no se puede ver el resultado del esfuerzo de todos, y que nos han confirmado que merece la pena nuestra apuesta por unos campamentos educativos, pues, como en otras oportunidades, los jóvenes han manifestado su sorpresa al ver que nuestros campamentos no persiguen como fin primordial el divertirse o el hacer actividades más o menos interesantes, sino en crear espacios para que se pueda convivir, de promover que se comparta lo mejor de cada uno. Cuando se logra este objetivo, los jóvenes son capaces de esforzarse, de salir de sí mismos, de ser creativos, de implicarse. Un año más, los himnos de fuego, los cursillos y talleres, las olimpiadas, los juegos florales nos han extasiado y hemos vuelto a casa con las pilas cargadas y las ganas de hacer vida la promesa campamental de dar lo mejor de nuestra juventud y nuestros talentos.