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El verano ya se acerca y muchos niños y jóvenes están teniendo su primer contacto con la Juventud Idente. Algunos disfrutarán de las actividades de verano, otros serán profesores por primera vez según nuestra pedagogía.
Los veteranos se preguntan, sin duda, cómo explicar qué es ser un profesor a aquellos que colaboran con nosotros por primera vez. Para facilitar esta labor se me ha ocurrido escribir este Editorial, “Idente en una palabra”.
La palabra que explica con mayor precisión qué es ser un profesor Idente es la generosidad.
Ser generoso, podríamos decir que es prácticamente un sinónimo de ser Idente. Pero una generosidad bien entendida, madurada, hasta podríamos decir que sufrida, o al menos forjada. Una generosidad que no se pone límites ni por comodidad ni por nuestros propios miedos (aunque ciertamente no es algo fácil), una generosidad que nos hace ser cada vez “+” y da oportunidades a los demás para que también logren un “+” cada día.
Esta forma de generosidad requiere entrenamiento. No basta con el primer entusiasmo, muy necesario, sino que hace falta una gran humildad y honestidad. Quien no reconoce en sí mismo muchas debilidades, quien no medita con gran respeto las acciones de los demás antes de opinar acerca de su conducta o forma de ser, quien no teme profundamente dañar la fragilidad ajena, no ha puesto en práctica, todavía, esta forma de generosidad.
La práctica de la generosidad se apoya sobre dos recursos fundamentales, relacionados con la humildad y la honestidad: la capacidad de pedir perdón (reconociendo ciertamente nuestros errores) y la costumbre de identificar y resaltar siempre lo positivo de los demás.
Si vivimos nuestras relaciones interpersonales echando mano constantemente de estos dos recursos creo que evitaríamos la gran mayoría de los problemas y probablemente eliminaríamos por completo aquellas actitudes, comentarios e incluso pensamientos, generalmente poco meditados, que dañan desdichadamente a los demás, con consecuencias que no sabríamos calcular.
Juventud Idente pone medios para que los profesores y también los niños y jóvenes puedan pedir perdón por sus errores y cada día poder superarse en sus dificultades. Se requiere, sin embargo, que cada uno trabaje personalmente (y también con la ayuda de quienes puedan instruirle) la sensibilidad y la humildad para reconocer sus errores o aquellos aspectos que pueden ser mejorados a favor del bien de los demás. La capacidad de sacrificio y la atención al otro, sea como sea, son de inmensa ayuda para desarrollar esta sensibilidad.
En relación con la costumbre de identificar y resaltar siempre lo positivo de las personas, se trata de una forma de mirar, un estilo, diría incluso que es un síntoma de gran categoría humana: esta magnanimidad, componte fundamental de la generosidad, que tanto nos ha enseñado a vivir nuestro Fundador, Fernando Rielo. No significa, sin embargo, ser permisivos con la posible malicia de los demás, sino tener tacto y ternura para educarla, conocer los cauces adecuados y utilizarlos con sabiduría y paciencia, a la vez que se potencia lo bueno, se anima, se impulsa, con vínculo y nunca con rupturas, murmuraciones o críticas cargadas de resentimiento.
Son grandes retos que tiene un profesor de Juventud Idente que se propone hacer el bien. Retos que deben ser vividos en común, en equipo, con la confianza de que cuando menos esperemos muchas de las virtudes que deseábamos poder vivir formarán parte de nuestro actuar cotidiano. Lo conseguiremos juntos, con la ayuda de Dios -que nos da la gracia para ello-, de la naturaleza -que nos anima a vivir lo bello y no lo feo- y de los demás, mis compañeros de camino.